Javier Jara Bao

Historia de Nabucodonosor (Daniel 4.29-32)
Recordemos que Pablo inicia o irrumpe con una proclamación de alabanza y gloria a Dios por todas las bendiciones que hemos recibido de parte de Dios (Efesios 1.3), para luego detallar las bendiciones dadas por Dios , por un lado la elección antes de que todo fuese hecho y esa elección va de la mano con la predestinación para que fuésemos adoptados como sus hijos por el puro deseo de su voluntad.
Pero la idea de Pablo no se queda ahí, se va a la profundidad, al propósito final de estas bendiciones (Efesios 1.6)

Versículo 6
...PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE SU GRACIA....
Dios nos ha escogido y predestinado para que por medio de esa acción fuese el alabado y honrado. Dicho de otra manera La elección es un acto que ejecuta Dios y que le tributa gloria a él. Por lo tanto, a pesar de que las obras de Dios comprenden, abarcan y recaen en el hombre, la vista de su ejercicio no están en el hombre, si no que se realizan con la meta admirable de glorificar a Dios (Proverbios 16.4; Isaías 43.21; Filipenses 1.11).
Es interesante notar que esta frase se repite tres veces en este primer discurso de Pablo (Efesios 1.3-14). De alguna manera Pablo les esta tratando de poner en la mente a los Efesios, que esta es la única manera de responder adecuadamente a estas bendiciones. Tal como exclama el Salmista “ Porque mejor es tu misericordia que la vida;  Mis labios te alabarán” (Salmo 63.3) así debemos responder, con actos de adoración genuina en nuestro corazón con alabanza que ensalcen la grandeza de su deidad y de sus mismas obras.
Ahora bien, Dios nos ha escogido para que fuésemos puros y sin manchas (Efesios 1.4) por lo que nuestra respuesta no solo debe ser en cánticos o proclamaciones de grandeza, nuestra alabanza debe ser un vivir transformado como demostración de la acción de su gracia en nuestras vidas (Efesios 2.10; Salmo 50.23). Esta debe ser la consecuencia natural de la elección y la predestinación.
Es digno de destacar que Pablo esta escribiendo que esta alabanza debe ser por la gloria de “su gracia”, quizás apuntando directamente a la obra salvífica de Dios y no a cualquier atributo o perfección de Dios. La grandeza de Dios y de su poder creados esta a la vista, con todo lo que ello abarca (diseño, sostenimiento, gobierno, etc.) (Salmo 8.1, 19.1)  pero en el caso de la obra de salvación de Dios no es algo que sea notorio de buenas a primeras, pero una vez que la comprendemos es mucho mas abrumadora de lo que es el resto de lo que podemos si podemos.
Nosotros somos los únicos seres creados que podemos alabar la gloria de su gracia. Los ángeles alaban a Dios por su gloria (aquella que emana de su majestad, de su naturaleza) (Isaías 6.3; Apocalipsis 4.8, 5.8) pero nosotros que quizás con dificultad podemos alabar a Dios  por su gloria que hasta ahora vemos de manera velada (1 Pedro 2.9, 4.11), pero somos los únicos que podemos alabar a Dios por su salvación, por su gracia y somos los únicos que podemos llamara a Jesús como nuestra redentor (1 Pedro 1.10-12).

.., CON LA CUAL NOS HIZO ACEPTOS EN EL AMADO,...
Esta gracia se ha derramado a nosotros desde la eternidad haciéndose manifiesta hasta el día de hoy, y su efecto o acción continuará hasta la eternidad (Jeremías 31.3). No se ejecuto cuando nos convertimos, cuando nos bautizamos o llegamos a la iglesia. Su gracia se derramo antes de la fundación del mundo hacia nosotros. Si Dios no hubiese decidido manifestarla hubiese quedado velada en la eternidad. Es por medio del hijo que nos la revela y hace que tenga efecto en nosotros. Esta gracia se manifiesta de manera gratuita. (Romanos 9.10-16)  
Cuando leemos ”aceptos” la palabra griega es echaritosen, en su su significado original conlleva la idea de la gratuidad del favor. LBLA lo traduce “para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado” (Efesios 1.6). Dios derramo su voluntad benéfica, su voluntad bondadosa sobre nosotros sin nada que pudiésemos entregar, fue un acto gratuito. Por medio de esta acción nos hizo “agraciados” “llenos de gracia”, delante de el, como a Moisés (Génesis 6.8)
La única posibilidad de estar llenos de gracia, la única vía, el único camino para estar “agraciados” delante de Dios es en el “Amado” (Colosenses 1.13). Dios sin lugar a duda que ama a su hijo (Juan 5.20), no por su obediencia terrenal, si no por su entrega en la eternidad por venir a rescatar lo que se había perdido (Juan 10.17-18) Ambos existían desde la eternidad (Juan 1.1) y por supuesto tenían una estrecha relación . El Hijo pone voluntariamente su vida, entregándose en un acto de obediencia a la muerte y muerte de cruz, en plena identificación con el Plan de Redención decretado por el Padre (Filipenses 2.8). Tal acto de plena identidad con el Padre, sintiendo lo mismo que Él y haciendo lo que eternamente se había determinado, conduce al Padre a dar testimonio de su Hijo diciendo: “Este es mi Hijo amado” (Mateo 3:17). Ese amor por el hijo se hace extensivo a nosotros desde antes de la fundación del mundo y por medio de la adopción en Cristo, es como si el Titulo de Cristo “el amado” llegara a ser compartido con lo que están en él. (Juan 17.23). Y ese amor con que nos ha amado el Padre es eterno (Romanos 8.38-39), tal como él y nada lo podrá modificar (Malaquias 3.6,  Santiago 1.17).

Nuestra garantía de riquezas y bendiciones es Cristo que no cambia (Hebreos 13.8) y en donde esta nuestra esperanza de Gloria  “Pues él quería que su pueblo supiera que las riquezas y la gloria de Cristo también son para ustedes, los gentiles. Y el secreto es: Cristo vive en ustedes. Eso les da la seguridad de que participarán de su gloria”. (Colosenses 1.27 NTV)

No se puede por menos que sentirse abrumado por la gloriosa manifestación de una gracia semejante. El amor de Dios extendido sin condiciones ni límites a los cristianos, debe ser correspondido mediante una entrega incondicional que exprese la realidad del amor del cristiano por el Señor - Samuel Pérez Millos

Esto es la primera gran razón por la que Pablo exclama “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 1.3)




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